Muchos de los que nacimos en medio rural o urbano a partir de los años cincuenta aprendimos las primeras canciones de nuestras madres y abuelas mientras cantaban con la mayor naturalidad haciendo las labores de casa, no sabiendo en aquellos años que estábamos aprendiendo Romances que habían sido transmitidos a lo largo de siglos de boca en boca y de generación en generación, constituyendo el fruto y la garantía de nuestra Memoria Colectiva.
Con la misma naturalidad y sencillez los aprendíamos e interiorizábamos a fuerza de escucharlos con melodías atractivas y pegadizas al oído, comprobada su funcionalidad a lo largo de los siglos y a través de muchas generaciones que los iban recreando para que todos, niños y mayores, “nos quedáramos con la copla”.
Es evidente que los tiempos han cambiado y mucho, pero aún no es necesario readaptar el sistema del natural aprendizaje del Romancero, si los seguimos cantando y refrescando de vez en cuando en casa o en el coche “como quien no quiere la cosa”, seguros de que los niños a pesar de la TV, los ordenadores y demás “pantallitas limitadoras de creatividad” también “se quedarán con la copla”.
Estos Romances contados y cantados al estilo de los mendicantes y ciegos de antaño serán una excelente ocasión para que los mayores recuerden éstas y otras viejas historias que oyeron en su infancia y para que los más jóvenes comiencen a apreciarlos y a aprenderlos por tratarse de un aspecto fundamental de sus Raíces al disponer de una enorme carga Cultural.